Parece que no se están teniendo en cuenta a la hora de diseñar las políticas públicas los efectos perversos que produce el incremento de la desigualdad. El incremento de la desigualdad no sólo afecta al bienestar y condiciones de vida de los ciudadanos. También tiene efectos macroeconómicos sobre el crecimiento en el largo plazo.
Los que están obviando casi por completo el problema de la desigualdad en el diseño e implementación de las políticas fiscales y de gasto público deberían echar un vistazo al artículo ya clásico de Alesina y Perotti (1996) en la European Economic Review [el enlace va al artículo completo]. En su trabajo demostraban, con un análisis de 71 países para el periodo 1960-1985, que el incremento de la desigualdad de renta tiende a aumentar el descontento social, lo cual se traduce tarde o temprano en inestabilidad política. La inestabilidad política ahuyenta la inversión de capital, por lo que desigualdad de renta e inversión están inversamente correlacionados. Es conocida la importancia que tiene la inversión en el crecimiento económico, por lo que su disminución ralentizaría el crecimiento en el largo plazo.
En definitiva, además de los efectos sobre los niveles de vida de los grupos que la sufren, cuando no se aborda el problema de la creciente desigualdad se genera también un círculo perverso de desigualdad, conflicto social, inestabilidad política, disminución de la inversión de capital y ralentización consiguiente del crecimiento económico.